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Las premisas del cambio social

Para dominar más fácilmente a los trabajadores y frenar las rebeliones, el capitalismo promueve el individualismo; el egoísmo; las diferencias sexuales, raciales, étnicas, nacionales; la división según el origen de los explotados y oprimidos; la discriminación de grupos enteros de ellos. Controla además la vida de los productores, imponiendo los ritmos y las condiciones de trabajo y rebajando mediante la inflación los salarios reales para obligar a más trabajo forzoso, y también controla el tiempo libre de los trabajadores en su casa o en sus diversiones, envenenándolos con un flujo de informaciones destinadas a sembrar resignación, conservadurismo, egoísmo y explosiones violentas individuales en el deporte que ha pervertido y convertido en negocio de las grandes empresas, pero que todavía es percibido por los aficionados como pequeña revancha y desahogo semanal.

Lo que queda de los sentimientos comunitarios y solidarios fue relegado a las fiestas pueblerinas de los santos patronos o a los desastres, cuando se apela a la acción popular para suplir la terrible incapacidad e indiferencia del Estado capitalista. El ser humano, convertido en mercancía en el trabajo y consumidor adicto de mercancías muchas veces inútiles, se deshumaniza cada vez más.

Sin embargo, como demuestran las bases del EZLN, es posible combatir contra esta imposición capitalista desarrollando experiencias autonómicas, impidiendo la difusión de las drogas, el alcohol, la prostitución e impulsando la ayuda mutua, el tequio y todas las formas de solidaridad y de control colectivo de la vida social.

La autonomía de un municipio no puede ser completa sin relaciones solidarias y planificación del comercio, el transporte, el uso del agua, la incineración de residuos y la sanidad elemental con los municipios cercanos de la misma cuenca o situados sobre la misma carretera; y el interés común debe imponerse sobre los problemas añejos que a veces existen para crear y ampliar una acción comunitaria que beneficie a todos.

El desarrollo de todas los gérmenes de poder popular –autodefensas frente al narcotráfico o los taladores y ladrones de madera; policías comunitarias, asambleas para elegir las autoridades locales; cooperativas de producción o de consumo; ligas deportivas auto organizadas; conjuntos musicales locales o regionales– no sólo es fundamental para evitar que los jóvenes forzados a la emigración vuelvan deformados socialmente por su inserción en Estados Unidos y para combatir el individualismo y el egoísmo, sino también crea la acción y los pensamientos colectivos, que son los elementos primarios para construir una alternativa socialista al capitalismo.

El triunfo de ésta se prepara a partir de dos factores fundamentales. Por un lado, el desarrollo de las luchas de las que surge solidaridad y conciencia, frena la tendencia del capital a roer los salarios reales con depreciaciones, inflación o, directamente, con leyes liberticidas y se defiende u obtiene así un nivel de cultura y las condiciones materiales básicas para poder ser un ciudadano. Por otro lado, con el desarrollo moral mediante la creación de relaciones de compañerismo y de fraternidad que permitan arrancar a las nuevas generaciones de la influencia nefasta de la ideología que propaga el capitalismo por todos los medios. En este campo es también fundamental la defensa de los maestros, que son superexplotados y de quienes depende la formación de los niños.


En México el territorio nacional está lleno de conflictos sociales, desde la justa lucha de la tribu yaqui hasta, en Chiapas, la resistencia de las bases zapatistas en sus territorios siempre cercados y amenazados. Pero, con excepción de la muy joven y aún débil Nueva Central obrera y de la Organización Política de los Trabajadores (OPT), también en fase de consolidación, así como de algunos intentos de indígenas, las luchas se dan en orden disperso y sobre bases sólo regionales, mientras la ofensiva capitalista está centralizada a escala nacional y mundial. México, a diferencia de todos los otros países latinoamericanos, jamás tuvo una huelga general nacional solidaria. Es esencial por eso desarrollar la solidaridad con las luchas obreras y democráticas hasta llegar a la preparación de una huelga general obrera y nacional para imponer el cese de la represión estatal y de los asesinatos, la derogación de las leyes represivas o antinacionales, un plan nacional de creación de trabajo elaborado democráticamente región por región y la nacionalización de los bancos con control de sus trabajadores para evitar la fuga de capitales.

Al mismo tiempo, hay que defender la auto organización obrera y popular en la solución de los principales problemas del país. Es aberrante la sustitución del conocimiento y de la voluntad de los trabajadores por un puñado de supuestos especialistas en constitucionalismo, de cualquier signo político. Son los trabajadores de la Ciudad de México mismos quienes deben darse su Constitución, con la ayuda de juristas y expertos, previa amplia discusión en las colonias y en todo lugar de trabajo, y el paternalismo aparatista y sustitucionista de los que creen tener el monopolio del saber es un insulto al pueblo mexicano y una agresión la democracia peor incluso de las que todos los días cometen los diputados y senadores. Los intelectuales honestos, que por soberbia pero en buena fe aceptaron ser nombrados a dedo constituyentes, deberían pedir disculpas a los ciudadanos y renunciar a sus cargos, poniéndose a disposición de la organización democrática de una Constituyente por la población capitalina. No puede salir nada sano y bueno de una maniobra antidemocrática desde el vértice del establishment criollo.



Fuente: La Jornada

Autor: Guillermo Almeyra
http://www.jornada.unam.mx/2016/03/13/opinion/015a1pol