En un paso más hacia la restauración del viejo régimen priista, Enrique Peña Nieto comenzó el sexto año de su gobierno con el juego sucesorio del destape, que en tiempos del partido hegemónico ponía de manifiesto el poder del mandatario para designar a su seguro sucesor. Los comicios de 2018 son distintos. El candidato del PRI ya no va a la segura, pero Peña Nieto pospone el anuncio de quién es “el bueno” y fomenta las especulaciones como si estuviera nombrando al próximo presidente.
A principios de septiembre, en torno a las fechas de su quinto informe de gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto inició el juego sucesorio: desplegó una campaña publicitaria por la continuidad, descalificó al principal opositor a su partido y perfiló su intromisión tanto en la vida interna del PRI como en el proceso electoral que definirá en 2018 al próximo presidente de México.