A las viejas artimañas priistas para ganar elecciones, como la compra masiva de votos y el uso de programas sociales para manipular la voluntad ciudadana, se suma ahora la conducta atípica de representantes de casilla que, expuestos también a la coacción, pueden ser la clave de un fraude electoral.
Las conductas irregulares durante las jornadas de votación son identificables en las estadísticas del Instituto Nacional Electoral (INE), tanto en recientes procesos locales como federales; sin embargo, dicho órgano se ha negado a investigarlas y a implantar medidas preventivas.