Micaela Lazo y su familia venían de vacaciones a México. Planeaban estar cuatro días: dos en la capital y dos más en Cancún. El Instituto Nacional de Migración (INM) les negó la entrada, aunque tenían todo en orden: vuelo redondo de avión, reservaciones de hotel, solvencia económica y trabajos estables en su país, Perú.
Pasaron horas en lo que se conoce como el limbo, la burbuja o las salas de no retorno, donde migración conduce a los extranjeros que no dejará entrar en México. Ahí, cada uno, en diferentes tiempos, conoció a muchos otros ciudadanos de diversas nacionalidades en la misma situación.