Escoltado por los dos alguaciles federales que nunca le quitan la vista de encima, Joaquín El Chapo Guzmán estaba tranquilo y sonriente al ingresar a la sala del juez Brian Cogan. Sabía que sus abogados tenían un as bajo la manga.
La segunda semana de audiencias de su juicio en la Corte Federal del Distrito Este en Brooklyn prometía declaraciones escandalosas sobre la narcocorrupción gubernamental, militar y policial en México. Jesús Zambada García, El Rey, exsocio del Chapo en el Cártel de Sinaloa, era el “testigo” estelar del gobierno de Estados Unidos en la cuarta y quinta audiencias.