La riqueza palpable de Guanajuato contrasta con los sombríos titulares de los diarios: Siete individuos asesinados en un basurero. Baño de sangre en un restaurante sobre una ruta en la que desconocidos mataron a tiros a nueve personas. Siete personas abatidas en un puesto callejero de venta de tacos. El estado resulta atractivo para los carteles de las drogas por la misma razón que para las casas automotrices: Cuenta con carreteras y trenes que van directo a la frontera con Estados Unidos.
La violencia del narcotráfico se concentraba mayormente en las ciudades de la frontera con Estados Unidos y en las plantaciones de amapolas de las montañas del sur, pero ahora se ha desplazado también al cinturón industrial de Guanajuato, generando una extraña dinámica: Florecen fábricas modernas de autos y la inversión extranjera al tiempo que el estado pasa a ser el más violento de México.
Hay fábricas de automóviles junto a resplandecientes carreteras de cuatro carriles y la gente lleva colchonetas de yoga y toma chai en cafés de suburbios caros. Todos los años surgen nuevos fraccionamientos (barrios cerrados caros) en la ciudad colonial de San Miguel de Allende, que atrae muchos extranjeros.