Se cumple una década de la masacre de Ayotzinapa sin que los responsables hayan enfrentado la justicia. La inacción de los gobiernos en develar la verdad hace pensar en un pacto de silencio para encubrir la responsabilidad de un Ejército cada vez más intocable.
En la agonía de su mandato, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador reconoce que el caso Ayotzinapa sigue siendo su asignatura pendiente e incluso ofrece recompensas para quienes den información mientras aún esté en el poder. Pero su discurso choca con el muro de una década de mentiras, manipulación e impunidad.
Las familias de los 43 jóvenes desaparecidos en Iguala, municipio del estado de Guerrero, el fatídico 26 de septiembre de 2014, ya no quieren saber de promesas. Solo buscan la verdad, aunque no vendrá desde el gobierno. Mario Gonzáles, padre de César Manuel Gonzáles Hernández, está convencido: “El presidente se volvió mentiroso y estuvo del lado del Ejército, los defendía a capa y espada”.