AUTOR: JORGE CARRASCO ARAIZAGA.
Desde septiembre pasado, la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que el caso del “pelotón de la muerte” de Ojinaga debe pasar al ámbito civil, pero no lo ha notificado y el proceso sigue en manos de la justicia militar. No es un caso más de abuso, sino la historia de asesinatos sistemáticos cometidos por un grupo de soldados y oficiales que actuaban como un grupo armado de la delincuencia organizada. Esta es parte de esa historia, reconstruida por Proceso con base en expedientes judiciales y testimonios de sus protagonistas.
La tarde del 22 de junio de 2008, a casi tres meses de haber iniciado el Operativo Conjunto Chihuahua ordenado por Felipe Calderón, un pelotón de la Tercera Compañía de Infantería No Encuadrada (CINE) en Ojinaga, bajo el mando del mayor Alejandro Rodas Cobón, salió a patrullar al área de Mulatos, un rancho al oriente de esa ciudad.
El oficial se subió a una camioneta Lobo de cabina y media que había sido asegurada a narcotraficantes y sobrepintada de verde militar con el número 8013148, como si fuera un vehículo oficial. El conductor era el sargento segundo hojalatero automotriz Andrés Becerra Vargas. El mayor Rodas Cobón portaba su arma de cargo, una pistola ametralladora MP-5, calibre 9 mm, y otra personal, calibre 40 mm, plateada con negro.