AUTOR: ESTELA GARRIDO Y VALENTINA PÉREZ.
Con un estimado de 14 mil asistentes, la marcha tradicional campesina del 31 de enero se convirtió, por coyuntura social, en la más grande del año. A las demandas contra los transgénicos en México se sumaron las voces de descontento del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) por el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y una decena de sindicatos solidarios que marcharon del Ángel al Zócalo.
Desde que en el 2003 los campesinos se dieron cita en las calles de la capital mexicana para gritar ‘¡El campo no aguanta más!’, anualmente se repite la misma marcha para reafirmar las peticiones y hacer de la persistencia la principal fuerza de lucha. Este año la convocatoria coincidió con el fin del ayuno colectivo de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA) contra el maíz transgénico por lo que la principal petición fue la cancelación de los permisos ya otorgados para siembra experimental y piloto, y negar las peticiones de las empresas de la agrobiotecnología para la siembra comercial.