AUTOR: FRANCISCO BEDOLLA CANCINO.
Una mirada detenida a las decisiones de mayor sonoridad e impacto acaecidas durante los primeros cien días del gobierno de Enrique Peña Nieto (EPN), apreciaciones ideológicas o afinidades teóricas aparte, basta para sostener que no hay aquí cabos sueltos ni cuestiones disonantes, sino diversas proyecciones de una misma visión y de una misma estrategia política integral y cuidadosamente elaboradas. La lógica confesa de dicha estrategia queda al descubierto tanto en el slogan “mover a México”, que acompaña la difusión de la elaboración del plan nacional de desarrollo como en la contundente aseveración presidencial de que su propósito estriba en “transformar, no administrar a México”.
En la perspectiva estratégica asentada en su auto identificación como gobierno gerencialista o gestor del cambio, definitivamente mucho más cercana al perfil del político-inventor del mundo que del burócrata-repetidor de las rutinas del pasado, cobran su dimensión apropiada dos piezas angulares: las políticas de desarrollo laboral, educativo, energético, fiscal y de telecomunicaciones, ancladas hasta ahora en el impulso de las reformas constitucionales; y las políticas políticas, es decir, las acciones y decisiones orientadas a la reorganización del régimen político y la redistribución del poder.