AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
La obsesión de Felipe Calderón Hinojosa por acabar con la violencia en Michoacán a paso de botas militares ha quedado plenamente transferida a su sucesor en la Presidencia. En una medida desesperada, Enrique Peña Nieto, reprodujo el arranque de la guerra calderonista: el domingo 20 envió más de 6 mil efectivos militares y cientos de policías a esa entidad. Al caos y al desgobierno que han impuesto los cárteles de la droga, Peña Nieto responde con medidas apresuradas y comete sus primeros errores tácticos.
“¡Ya era insoportable la situación! A todos nos extorsionaban. Hasta en el municipio teníamos que darles 10% del presupuesto cada mes y ya nos estaban pidiendo el 15%. Eso pasa con todos los municipios del estado y lo sabe el gobernador. Lo aceptamos, pero donde ya no lo hicimos fue cuando se metieron con nuestras familias, violaban y se llevaba a nuestras esposas, a nuestras hijas. Ahí dijimos ¡ya basta! Este es un asunto de dignidad”.