AUTOR: ÁLVARO DELGADO.
MEXICO, D.F. (apro).- El exhibicionismo religioso de políticos en México, cuyo ejemplo más reciente es el de Margarita Arellanes, alcaldesa de Monterrey, transgrede la Constitución, pero implica además una inmunda coartada: Como es todo voluntad de Dios, ineptitud y corrupción incluidas, todo también debe ser perdonado.
En el discurso religioso —que manipula la fe de los mexicanos— anida una trama para la impunidad.
Por eso no es fortuito que los más recientes escándalos de corrupción estén asociados a fervorosos creyentes: Desde Andrés Granier a Emilio González Márquez, de Enrique Peña Nieto a Felipe Calderón, de César Duarte a César Nava…
El priista Granier es un ejemplo de esta conducta hipócrita: en Tabasco solía hacer, cada año, una misa y un rosario en honor de la virgen de Guadalupe, con multitud de invitados, en la Quinta Grijalva, la residencia del gobernador.