Vivimos en una etapa en que la generación de energía, la obtención de minerales, la transformación industrial de los productos del campo y los procesos industriales supuestamente para “satisfacer necesidades vitales de consumo”, han puesto en riesgo la existencia misma de la especie frente a su hábitat, ubicándose estas practicas ya por encima de la responsabilidad institucional para su manejo y cuidado, sin respeto o freno frente a los ordenamientos y normatividad jurídica vigente.
Los elementos vitales agua, bosque, aire y tierra y el equilibrio y sustentabilidad de las comunidades que sobreviven básicamente del aprovechamiento de los recursos mínimos se van reduciendo frente a los “requerimientos de la modernidad”, lo que explica que según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura) en “Veracruz cada año se está deforestando 3 mil hectáreas de bosques”, entendiendo que este fenómeno se observa fundamentalmente en el bosque de niebla.