AUTOR: ENRIQUE LEGORRETA.
Un láser apuntó la cabeza del poder Ejecutivo. Mientras Enrique Peña Nieto emulaba el grito que el cura Hidalgo dio hace 203 años, una luz verde se posó en sus cejas como un acto reprobatorio que recordó lo que se vivía a escasos 3.4 kilómetros de distancia: un grito paralelo.
“Este es el grito de la insurgencia, de la desobediencia civil” dijo Rubén Núñez, dirigente de la sección 22 de Oaxaca de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, mientras en una mano sostenía la bandera nacional y miraba la explanada del Monumento a la Revolución repleta, a pesar de la lluvia.
Así ocurrían en la capital los dos gritos: Enrique Peña Nieto desde un balcón del Palacio Nacional que daba al Zócalo capitalino, y Núñez, junto a los maestros, en un improvisado templete del Monumento a la Revolución.