AUTOR: JESÚS CANTÚ.
MÉXICO, D.F. La propuesta de reforma hacendaria “y social” (como la ha llamado el mismo presidente Enrique Peña Nieto) sorprendió a todos. Hasta hoy todas las propuestas de reforma gubernamentales, aunque tímidas, incompletas o insuficientes, obedecían en su orientación a las demandas y requerimientos del neoliberalismo y los países ricos agrupados en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
Pero la reforma hacendaria se sale de esta lógica, y aun cuando no se atreve a contradecirla en su totalidad, sí ignora varias de sus indicaciones. Los puntos más claros de ello son la resistencia a generalizar el Impuesto al Valor Agregado en alimentos y medicinas o, al menos, incluir un alza en la tasa; y la propuesta de déficit presupuestal a partir de este mismo año.
Entre los propósitos fundamentales del llamado “Consenso de Washington”, retomados por los países ricos de la OCDE y recetados indiscriminadamente para los denominados países emergentes y en desarrollo, se encuentran: el incremento de los ingresos tributarios mediante los impuestos al consumo y el llamado equilibrio fiscal.