AUTOR: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA.
Arrinconadas desde la Colonia en las regiones más inhóspitas el país, las comunidades indígenas se enfrentan ahora a la voracidad de los empresarios mexicanos y extranjeros que pretenden alejarlos de sus tierras para instalar en ellas minas y plantas eólicas, termoeléctricas e hidroeléctricas: el negocio privado que el gobierno federal defiende como una prioridad de la nación. Uno de los opositores a esos megaproyectos afirma: “Nos quieren exterminar”.
Lo mismo en los desiertos de Baja California que en los valles del Istmo de Tehuantepec, en la Sierra Norte de Puebla o alrededor del volcán Popocatépetl; en la costa del Golfo de México o a través de las planicies semidesérticas del norte, la realidad desmiente la campaña publicitaria del gobierno de Enrique Peña Nieto, que promete más inversiones, empleos y alimentos con la reforma energética.