AUTOR: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA.
Los ochenta eran tiempos de “renovación moral” en el discurso presidencial pero también de oscuros pasajes de la narcopolítica que no acaban de ser revelados. Las páginas de este semanario trataban de desentrañar las siniestras actividades de José Antonio Zorrilla Pérez, titular de la DFS, implicado en dos asesinatos de alto perfil, los de Manuel Buendía y de Enrique Camarena. Según fuentes estadunidenses aquel policía, a la postre juzgado y sentenciado por el primero de esos homicidios, controlaba a los capos del narcotráfico de la época (Caro Quintero, Fonseca Carrillo y Félix Gallardo), pero no lo hacía por cuenta propia… obedecía a alguien más.
Las facilidades para que Zorrilla y sus agentes se mantuvieran impunes, así como las omisiones de la Secretaría de Gobernación (Segob) y la Procuraduría General de la República (PGR) fueron abordadas por Proceso.