AUTOR: ERNESTO VILLANUEVA.
MÉXICO, D.F. A todos debe importar que funcione, y bien, la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CDHDF), que se renovará en los próximos días. Conviene pues estar atentos a lo que ocurre. Veamos.
Primero. Es loable que el proceso de renovación vaya caminando razonablemente bien, con un amplio diálogo con las más distintas organizaciones de la sociedad civil que ha propiciado la Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF), dirigido por un político atípico, el sólido jurista Manuel Granados. Este hecho no es menor. Con Granados al frente se permite elevar la calidad de la discusión, procesar con civilidad las diferencias de percepción y de criterio sobre perfiles y, lo más importante, los retos que tiene frente a sí la CDHDF. Si bien es verdad que las organizaciones de la sociedad civil no votan, también lo es que tienen un peso específico que no puede ni debe ser soslayado para que el organismo tenga un amplio acompañamiento social.
A la convocatoria emitida por la ALDF para renovar la presidencia de la CDHDF respondieron 29 personas que consideraron llenar los requisitos para que bajo su presidencia sea el garante autónomo de la observancia de los derechos humanos en el DF. De ellas, la ALDF no descartó a nadie para que cada uno de los aspirantes tenga la posibilidad de demostrar sus cartas credenciales frente a los asambleístas, medida inteligente para sumar y no restar.