AUTOR: JUAN ALBERTO CEDILLO.
México reúne dos condiciones que lo volvieron atractivo en los turbulentos años de la Segunda Guerra Mundial: petróleo y una posición geográfica clave. Antes y durante el conflicto que incendió al mundo el siglo pasado la capital mexicana fue un hervidero de agentes de inteligencia de las principales potencias en pugna. Estos países movieron piezas a su arbitrio –ricos empresarios, actores de Hollywood y hasta funcionarios del gobierno avilacamachista– en complejas jugadas de ajedrez. El siguiente texto se deriva de las investigaciones que el reportero efectuó en diversos archivos –como el Nacional de Washington en Estados Unidos, y los de la SRE, la Defensa y el General de la Nación, en México– para la escritura de un libro que actualmente se encuentra en proceso de impresión.
MONTERREY, N.L. (Proceso).- El empresario estadunidense William Rhodes Davis vino a vivir a México cuatro meses después de la nacionalización de la industria petrolera. Al llegar al Distrito Federal comenzó a gestionar ante el presidente Lázaro Cárdenas un permiso para invertir 10 millones de dólares en la explotación de crudo en la región de Poza Rica.
Cárdenas autorizó el proyecto en vista de que a la recién creada paraestatal Petróleos Mexicanos (Pemex) le hacían falta recursos. Gracias a esa inversión Davis obtuvo el primer contrato privado de la paraestatal para explotar pozos petroleros en Veracruz.