AUTOR: ÁLVARO DELGADO.
MÉXICO, D.F. (apro).- La hipocresía de panistas, priistas y vocingleros sobre la privatización del petróleo evoca la respuesta de uno de los habitantes de una isla señalados de alimentarse de carne humana: “Aquí no hay caníbales, al último nos lo comimos ayer”.
Si ya han consumado con toda prepotencia las reformas a los artículos constitucionales en materia energética, y Enrique Peña las promulgará en horas, por lo menos que dejen de considerar estúpidos a los mexicanos.
Esta reforma revierte la nacionalización de la industria petrolera, decretada por Lázaro Cárdenas hace 75 años, y vuelve a poner en manos de las trasnacionales el petróleo a través de cualquiera de los esquemas previstos en artículos transitorios ya aprobados.
El diseño de esta reforma, cuyos litigios por los contratos con empresas trasnacionales sólo podrán dirimirse sólo en tribunales internacionales, la hace también irreversible: Es una ilusión que con la consulta popular prevista en el artículo 35 constitucional, cuya reglamentación quedó mucha, pueda revertirse en 2015, como se alega desde la izquierda.