AUTOR: LUCÍA LUNA.
Las economías de Canadá, Estados Unidos y México eran desiguales. Y también lo era la experiencia de los negociadores del Tratado de Libre Comercio entre los tres países, lo cual quedó evidenciado en Dallas en febrero de 1992. En la ciudad texana los representantes mexicanos ofrecieron prácticamente todo a cambio de nada, causando estupor en sus contrapartes, según afirman Maxwell A. Cameron y Brian W. Tomlin en su libro La hechura del TLCAN. Cómo se hizo el acuerdo.
MÉXICO, D.F. Del 17 al 21 de febrero de 1992 se celebró en Dallas, Texas, una ronda más de negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Ahí los representantes de Estados Unidos y Canadá se quedaron boquiabiertos. En su afán por alcanzar un acuerdo lo más pronto posible, los mexicanos hicieron concesiones clave en agricultura, inversiones, servicios financieros, reglas de origen, propiedad intelectual y, aunque anteponiendo la Constitución, también aceptaron poner sobre la mesa el tema de la energía.
“La impaciencia de México por lograr un acuerdo, sumada a su inexperiencia, dio como resultado un cálculo fallido sobre el ritmo de las concesiones. Los mexicanos cometieron además el error de depositar más valor en el acuerdo mismo que en sus términos”, escriben Maxwell A. Cameron y Brian W. Tomlin en su libro The Making of NAFTA. How the Deal Was Done (La hechura del TLCAN. Cómo se hizo el acuerdo).