AUTOR: ÁLVARO DELGADO.
MÉXICO, D.F.(apro).- A nombre de Enrique Peña Nieto, el gabinete de seguridad nacional encabezado por el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, cumplió en Michoacán con el ritual de la simulación para mantener intocado lo fundamental: Las complicidades entre el poder político y el crimen organizado.
Resguardados en Morelia de la violencia cotidiana, de los asesinatos, extorsiones, secuestros, robos, violaciones y toda forma delincuencial que se ha instalado en el territorio michoacano, Osorio y el séquito de burócratas federales desahogaron el rutinario trámite de las promesas y regresaron a la Ciudad de México a seguir la fiesta.
El rimbombante “Acuerdo para el Apoyo Federal a la Seguridad de Michoacán” se resume en míseras acciones: La presencia federal en la región de Tierra Caliente; el recorrido que hará, de vez en cuando, el infectado gobernador Fausto Vallejo por los municipios de la zona, como Apatzingán –epicentro de Los Caballeros Templarios–, y la promesa de que ahora sí se aplicará la ley.