AUTOR: RAÚL LINARES.
A unas semanas de haberse aprobado y publicada la reforma energética en el Diario Oficial de la Federación, buena parte de las preocupaciones ciudadanas han girado en torno a la privatización del petróleo. No obstante, la disputa en torno a los recursos naturales, no sólo excede la incursión del sector privado en la extracción de crudo. A él también se le suma la explotación del gas shale, del que México mantiene la cuarta reserva a nivel mundial.
De hecho, la llamada “revolución energética” ha tenido como incentivo este recurso a nivel global, encabezada principalmente por los Estados Unidos y Canadá; una de las excusas que llevaron a los legisladores del PAN y el PRI a ver oro en estado gaseoso.
El panorama en este rubro, sin embargo, se muestra opaco: ante los gastos de producción, bajos costos de comercialización y el poco desarrollo tecnológico del país en el sector minero, los únicos potenciales inversores serán quienes ya han anticipado considerables ventajas. Por si fuera poco, las compañías extranjeras dedicadas a este rubro, hoy mantienen casi el 95 del mercado, pagan irrisorias cantidades a la nación por la extracción de metales y piedras y mantienen un emporio tecnológico del que el país está al margen.