AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- En Michoacán hay 10 mil integrantes de los grupos de autodefensa ciudadana, otros 10 mil de los Caballeros Templarios, unos 10 mil más de la Policía Federal y el Ejército y todos conviven peligrosamente en el mismo territorio minado por la violencia.
La paz en Michoacán bien podría decirse es una paz armada en la que todos los días, desde hace años, hay civiles muertos, heridos y desaparecidos, resultado de una estrategia oficial de guerra fallida contra el crimen organizado.
En esta entidad –clave para el crimen organizado por su salida al Pacífico a través del puerto de Lázaro Cárdenas y su producción de mariguana, goma de opio y drogas sintéticas— es evidente la ingobernabilidad y la crisis de Estado que ha fallado por una estrategia errónea implantada desde el año 2006 por el gobierno panista de Felipe Calderón y que ahora sigue el priista Enrique Peña Nieto.