AUTOR: JENARO VILLAMIL.
MÉXICO, D.F. (apro).- En la vieja Rusia zarista un término en desuso se utilizaba para describir las famosas “puestas en escena” del ministro Potemkin para ocultar la pobreza del gigante asiático. Se conocía como Potemkiada la práctica que continuó durante el estalinismo para maquillar, poner bonitas las casas e instalar sets de madera que ocultaran las villas miseria.
Algo similar ocurre en Toluca, la capital mexiquense. La clase política mexicana eligió a esta ciudad para la sede del encuentro entre Peña Nieto, Barak Obama y el ministro canadiense Stephen Harper. Han puesto bonita a la improbable ciudad industrial. Una especie de Potemkiada para que los señores del imperio vean de dónde provienen quiénes ahora nos gobiernan.
La Potemkiada no sólo es urbana. También es diplomática. Pretenden “maquillar” o hacer una puesta en escena en una relación inevitable entre México y Estados Unidos, pero sembrada de muchos conflictos. Incluso, desde el lunes 17 de febrero corrió la versión en los medios de comunicación –inducido para generar percepciones- de que habrá un “golpe espectacular” como la detención de La Tuta o del Mayo Zambada, para demostrar eficacia ante los corresponsables de la fatídica guerra contra el narco.