AUTOR: ISMAEL BOJÓRQUEZ.
La madrugada del sábado Joaquín El Chapo Guzmán fue capturado en un golpe cuidadoso y sigilosamente preparado por autoridades tanto de México como de Estados Unidos. El hombre por el que la DEA ofrecía cinco millones de dólares, el narcotraficante que llegó a ser colocado por la revista Forbes en la lista de los más ricos del mundo, el capo que fue considerado el consentido de los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón, volvió al sitio que ya fue su hogar: el penal de alta seguridad de Altiplano. En esta edición, que por razones obvias llega con retraso a manos de sus lectores, Proceso ofrece pormenores de la cacería, en medio de un contexto significativo: el acuerdo secreto del Vicentillo, hijo del Mayo Zambada, para conseguir la suspensión de su juicio en Chicago a cambio de información privilegiada.
Una incursión de la Marina a la sindicatura de El Salado, Sinaloa, el jueves 13 dio comienzo a todo. En un recorrido por la zona, marinos detuvieron a varios halcones, entre ellos a los hermanos Apolonio y Cristo Omar Sandoval Romero, quienes trabajaban para Ismael El Mayo Zambada.
A partir de estas capturas le pudieron tender una trampa a Joel Enrique Sandoval Romero, El 19. Al ser detenidos, los halcones pidieron hablar por teléfono con su hermano, de quien dependían. Lo llamaron en presencia de los efectivos de la Armada; El 19 les ofreció dinero a cambio de que los soltaran. “¿Cuánto puedes juntar?”, le preguntaron. “Cien mil dólares”, fue la respuesta. “Vente, pues”.