AUTOR: ÁLVARO DELGADO.
MEXICO, D.F. (apro).- Al cumplir la cuarta parte de su sexenio, el priista Enrique Peña Nieto está cada vez más demacrado e irritable. Y tiene razón: Mientras la inseguridad se dispara, la economía se desploma.
Y México, claro, empobrece más.
Es el mundo al revés de Peña: Hace apenas año y medio, en su toma de posesión en Palacio Nacional, prometió a los mexicanos que con él llegaba el paraíso.
Hizo de la seguridad de los mexicanos y el crecimiento de la economía los dos principales ejes de su gobierno. Uno y otro, encomendados a sus dos cartas para la sucesión –Miguel Angel Osorio Chong, de Gobernación, y Luis Videgaray, de Hacienda–, han sido un fiasco.
Las cifras oficiales hablan de una disminución marginal de la macabra cifra de muertos por la violencia, pero está acreditado que se trata de datos maquillados y el horror heredado de Felipe Calderón sigue.