AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS (ANÁLISIS)
MÉXICO, D.F. (apro).- De cualquier forma tenía que morir y lo hizo como es su costumbre, con un comunicado y un acto de ilusionismo. Así tenía que ser, morir cuando ya era necesario para renacer y recrearse como lo ha hecho en los últimos 20 años en los cuales ha sido la imagen del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, y ahora lo seguirá siendo, aunque le haya agregado a su nombre de Marcos el de Galeano.
A partir del 2006, quizá desde su última gira por todo el país, la figura y el papel de portavoz el subcomandante Marcos ya mostraba un desgaste natural tras muchas batallas mediáticas y políticas en las cuales él era la principal figura del movimiento indígena.
Desde aquel comunicado que lo hizo famoso con el lema de “todos somos Marcos” el representante del EZLN centró en sí mismo todo el movimiento rebelde y nadie pudo quitárselo a pesar de que había otras figuras mestizas importantes, como Fernando Yáñez, fundador del grupo guerrillero desde 1969 junto con su hermano César, ambos de Monterrey.