La derrota del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en la elección presidencial de 2000 fue celebrada en el mundo como la transición pacífica de un partido autoritario a uno de oposición en México.
Casi dos décadas después, sin embargo, esta derrota tricolor aparece en el espectro de causas que dieron pie al reforzamiento de “cacicazgos” políticos estatales de los que emergieron, entre otros, los hoy gobernadores priistas acusados de peculado y demás actos de corrupción, como el veracruzano Javier Duarte de Ochoa, el coahuilense Humberto Moreira Valdés o el chihuahuense César Duarte Jáquez.