A las 15:00 horas, los alumnos de la secundaria Enrique C. Olivares salen de clases, pero deben hacerlo en fila, pegados a la pared y escoltados por maestros y un policía. Su rutina cambió porque son vecinos del edificio de la calle Balsas número 18, donde murieron cuatro personas tras el derrumbe de dos pisos y, que después de un mes, está a punto del colapso total.
Las clases son escalonadas, para no usar los salones que están justo frente al edificio dañado, y no tener a los 415 alumnos en la escuela al mismo tiempo, según determinaron en reunión los padres antes de reiniciar labores el 10 de octubre pasado.