Salvador es un campesino que vive con sus hijos en la frontera entra Jojutla y Tlaquiltenango, Morelos, “en las orillas” de ambos municipios, ahí donde “no llega ni Peña Nieto ni la autoridad, más que cuando quieren votos”.
Tiene 52 años y es campesino, pero desde hace tres semanas, él y sus cinco hijos abandonaron su milpa, y laboran en los escombros que dejó el sismo del 19 de septiembre en el centro de Jojutla, extrayendo a mano las varillas de zonas de derrumbe, que les compran a 1.50 pesos el kilo, porque “no hay trabajo, con el sismo se escaseó”.