Político pobre es un pobre político, dice una frase popular en México. Por eso, líderes de partidos, funcionarios de alto nivel, diputados, senadores y hasta líderes sindicales han convertido su labor pública en un rentable negocio que les permite acumular propiedades, bienes y gustos caros.
Sus patrimonios incluyen casas y departamentos en el extranjero, yates, autos y relojes de colección, obras de arte y abultadas cuentas de banco.