Arnulfo Albarrarán, de 50 años, lleva dos semanas durmiendo en la calle, en el exterior del Hospital General de Cholula, en el Estado de Puebla. “Aquí estoy, a la intemperie todo el día”, dice, en conversación telefónica.
Padece hambre y frío, pero no está dispuesto a moverse. Ahí dentro, en el centro médico, está su hermano Adán, contagiado de COVID-19 y con pronóstico reservado. Le han regalado una tienda de campaña para que mantenga su vigilia ante el nosocomio.