Lo que se juega después de la borrachera electoral no es la democracia, sino la vida del Estado que debe hacerla posible. La dictadura que vivimos hoy no es la del populismo lopezobradorista, como cree la oposición, sino la del crimen organizado.
Después de la larguísima e insoportable contienda electoral, la pregunta que se impone es: ¿tenemos democracia? Si la reducimos al momento de la elección habría que decir “sí”: Claudia Sheinbaum y la coalición de partidos Sigamos Haciendo Historia ganaron la elección del 2 de junio. Si, en cambio, la pensamos como una forma de gobierno donde los ciudadanos podemos vivir con justicia y armonía, habría que decir “no”. Es imposible hablar de democracia en un país cada vez más capturado por el crimen organizado y la violencia, plagado de corrupción, miedo, extorsiones, fosas clandestinas, desaparecidos, asesinados y un 96% de impunidad.