AUTOR: JORGE CARRASCO ARAIZAGA.
MÉXICO, D.F. (apro).- El gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, se pinta solo. Versado en el folclor, del que la televisión ha hecho mofa, es también experto en el uso de los recursos públicos para premiar a sus aduladores o castigar a quienes lo critican. Al menos así lo exhibe su discurso.
En eso comparte el gen antidemocrático de los gobernantes de México. Da lo mismo el membrete: PAN, PRI, PRD o los oportunistas llamados partidos bisagra, como el Verde Ecologista y el que fundó la expoderosa Elba Esther Gordillo, Nueva Alianza (Panal).
Además del desvío, el uso de los recursos como si fueran suyos es algo que los ha caracterizado. Lo mismo para la promoción de su imagen que para comprar el silencio de la prensa.
No hay alternancia que valga. Es un signo más del fracaso de la larga y millonaria desestructuración del régimen autoritario con el que gobernó el PRI prácticamente todo el siglo pasado, pero que no se ha traducido en una auténtica democracia más allá de las formalidades.