AUTOR: ISAÍN MANDUJANO.
TUXTLA GUTIÉRREZ, Chis. (apro).- En enero de 1994, luego de los enfrentamientos entre indígenas y elementos del Ejército, los cadáveres de aproximadamente 60 milicianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) fueron enterrados en el rincón más apartado y solitario del panteón San Marcos. Veinte años después, las tumbas de los rebeldes muertos han empezado a desaparecer entre la multitud de sepulcros a su alrededor.
Algunos cuerpos identificados fueron reclamados por los familiares, quienes les dieron sepultura de acuerdo con sus tradiciones.
Las cárcavas de los zapatistas muertos no tienen nombre, sólo las identifica un número escrito sobre el rústico concreto.
En enero de 1994, durante los enfrentamientos entre el EZLN y el Ejército, no sólo murieron indígenas rebeldes liderados por el Subcomandante Marcos, también cayeron soldados, policías y civiles, pero, además, miembros de las fuerzas armadas cometieron ejecuciones extrajudiciales, por ejemplo en el hospital y el mercado de Ocosingo.