AUTOR: ARTURO CANO.
Ser vigías de los caballeros, ‘‘trabajo para güevones’’, dicen cuatro punteros.
Tierra Caliente, Mich., 20 de enero. Ahora resulta que el templario, al menos este templario, es bueno. Cuando menos, la escena es conmovedora. Del taxi baja una familia entera. De la abuelita al niño de brazos. Desde el otro lado de la carretera llega un hombre que se funde en abrazos y lágrimas. Alza a los niños uno por uno y los estruja en el apapacho. El padre cariñoso es un caballero templario arrepentido.
Se pone un pasamontañas y accede a la entrevista.
–¿Cuál era su labor con Los caballeros templarios?
–Pistolero. O sicario, sí.