AUTOR: GILBERTO LÓPEZ Y RIVAS.
Ha trascurrido apenas un año del gobierno de Enrique Peña Nieto y, como un castillo de naipes, se derrumba el mito que construyeron los estrategas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y del duopolio mediático alrededor de lo que significaría el regreso de esa facción política al Poder Ejecutivo federal. Las campañas de intoxicación ideológica basadas en ideas fuerza como:los priístas sí saben gobernar, ahora sí Peña va terminar con la violencia y dará seguridad a los ciudadanos y la economía popular saldrá del atolladero, probaron ser espejismos electoreros desvanecidos ante la realidad trágica de un país devastado.
La violencia cotidiana de una economía mafiosa-parasitaria, asociada estructuralmente con el Estado y los circuitos financieros de la economía formal, no ha disminuido. Por el contrario, se extiende e impone su control territorial cada vez con mayor poder de fuego y con la consiguiente cauda de muertos, secuestrados, desaparecidos, desplazados, robados o aterrorizados ciudadanos.
El único cambio notable durante este año es el mutismo de la dictadura mediática frente a la guerra asimétrica contra una sociedad que, inerme, no encuentra más formas de protección relativa que el acatamiento de un estado virtual de suspensión de garantías o estado de sitio, el abandono forzado de casas y otras propiedades, los cierres crecientes de establecimientos comerciales que no aceptan pagar derecho de piso, el éxodo de pueblos enteros ante el acoso del crimen organizado y, frente a ello, la complicidad manifiesta de las autoridades de los tres poderes que afirmancombatir el crimen e imponer la ley.