AUTOR: JENARO VILLAMIL (ANÁLISIS)
MÉXICO, D.F: Ni toda la información sobre los enfrentamientos, balaceras y ejecuciones en Tamaulipas conmocionaron tanto a una sociedad expectante del teatro de la narco violencia como el caso de bullying contra Héctor Alejandro Méndez, un adolescente de 12 años que falleció por lesiones craneoencefálicas cuando sus compañeros lo lanzaron a una pared, porque así jugaban “el columpio”. La profesora de la secundaria de Ciudad Victoria miró impávida.
El caso, ocurrido el 14 de mayo, alcanzó una notoriedad inusitada en las redes sociales. Las televisoras informaron del asunto dándole una dimensión nacional y generando una ola de indignación. El presidente Enrique Peña Nieto convirtió el tema en causa durante su gira por Tamaulipas. Y ahora el Senado de la República plantea realizar un foro para legislar en la materia. La SEP se dice indignada y plantea medidas emergentes.
La conmoción sólo es equiparable al grado de complicidad social de un fenómeno entre los adolescentes y niños mexicanos que se ha disparado de manera paralela a la “normalización” de la narco violencia, la indolencia frente a la discriminación, el desapego burocrático del sistema escolar al caldo de cultivo de la discriminación en las escuelas, la crueldad exhibicionista en las redes sociales, la disolución familiar, la ira ante las expectativas frustradas, el secreto encanto social frente a los relatos de capos, sicarios y niños que se muestran “muy hombres” porque son capaces de matar por dinero.