AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- Una vez que fueron domesticadas las autodefensas en Michoacán, el gobierno federal esperaba que el fenómeno no avanzara en otros estados y dejar de lado la preocupación de que la propia ciudadanía tome en sus manos la responsabilidad de seguridad y justicia que le corresponde al Estado mexicano.
Pero ante el fracaso de la estrategia peñista para combatir al narcotráfico y detener el galope de la violencia, la población sigue respondiendo por sí sola. En el Estado de México grupos de ciudadanos están formando comités de vigilancia, rondas de centinelas y autodefensas armadas en barrios, colonias, comunidades y pueblos hasta donde ha llegado la ominosa presencia del crimen organizado con diversos nombres y apelativos como Familia Michoacana, Caballeros Templarios, Zetas, Cártel del Golfo o Los Beltrán Leyva.
En la mitad de los municipios del Estado de México, sobre todo en los colindantes con el Distrito Federal, Morelos y Guerrero, las bandas del crimen organizado tienen una fuerte presencia controlando a las policías locales y estableciendo su imperio de terror y violencia.