AUTOR: RAÚL LINARES.
La semana pasada la tecnocracia se frotó las manos. En el Congreso de la Unión se discutieron las leyes secundarias en materia energética, apuntaladas, bajo una promesa de mayor bonanza económica. No obstante, lo que en el pasado se dibujó como una sonrisa de júbilo en el rostro de Peña, hoy figura como una agria mueca: magro crecimiento, represión, ingobernabilidad y la puerta de entrada a una recesión. La pregunta de hoy día es: ¿podrá la reforma energética “Mover a México” del bache económico?
En México, gran parte de las actividades económicas están concentradas en la extracción, refinación y venta de productos y derivados del petróleo. De acuerdo a datos de la propia Secretaria de Hacienda y Crédito Público (SHCP), los ingresos por este sector representan cerca del 9.2 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB).
Es decir, combinados con otras actividades como la pesca, la agricultura, la minería, las manufacturas e incluso el turismo, entre otras, dichos ingresos, mayoritariamente obtenidos a través del mercado internacional, representa poco menos del 10 por ciento de nuestras actividades financieras.
Además, la explotación de estos recursos, costean gran parte del “gasto público” y subsanan las finanzas del gobierno.