AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- Hoy ya no llama la atención que en un sólo día se mencionen públicamente a tres gobernadores presuntamente involucrados con el narcotráfico. Pareciera normal ver en las noticias que mandatarios mexicanos son relacionados con el crimen organizado o exhibidos en situaciones ilegales sin que nadie se inmute. La capacidad de asombro parece haberse perdido.
En el arranque de la semana, los nombres de los exgobernadores de Michoacán, Fausto Vallejo; de Tamaulipas, Tomás Yarrington, y de Coahuila, Jorge Torres, aparecieron en las noticias del día acusados de haber cometido actos delictuosos directamente o de encubrir a familiares que son parte de alguna banda delincuencial.
Los rostros de los tres exmandatarios se podían ver en las portadas de los diarios o en los portales como parte del quiosco noticioso del día al lado de otras noticias no menos graves, como la situación de abandono de miles de niños migrantes en la frontera con Estados Unidos y las reformas energéticas y de telecomunicaciones que privatizan bienes nacionales.