AUTOR: JESUSA CERVANTES.
MÉXICO, D.F. (apro).- Un cataclismo se presagiaba: la pérdida del escaso recurso que millones de mexicanos tienen en cajas populares y que resulta ser la única vía para allegarse de créditos baratos y enseres de primera necesidad.
Eso fue lo que hubo en el fondo de los rebotes que generó el fraude de Oceanografía y por ello todo acabó en un “minifraude” cometido por Amado Yáñez Osuna.
Aunque Jesús Murillo Karam, el infalible procurador general de la República había investigado y contaba con las pruebas de un ‘megafraude’, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, mejor conocido como el “virrey” del país y futuro monarca del hidrocarburo, empezó a operar en paralelo: ordenó dar un giro a los resultados públicos de la indagatoria y de paso poner a salvo su excelente posición política.
Expliquemos el asunto: En Oceanografía el personaje clave sigue siendo Martín Díaz Álvarez –sobrino y operador del exsecretario de Hacienda, Francisco Gil Díaz–, quien se encargó de hacer el trabajo sucio: solucionar problemas fiscales a cambio del 10, 15 o 20% de la empresa ‘emproblemada’.