MÉXICO, D.F. (apro).- La ofensiva política, diplomática, mediática y judicial de Enrique Peña Nieto para contrarrestar el trance por la desaparición de los 43 jóvenes normalistas de Ayotzinapa, que hace más de un mes no halla ni “con todo el peso del Estado”, no alcanzan para ocultar la principal causa de la crisis nacional: El monumental fracaso presidencial al cumplirse casi un tercio del sexenio.
Seguridad y economía son los dos principales pilares del gobierno de Peña, y los encarnan Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, y Luis Videgaray, secretario de Hacienda, sus dos principales prospectos para la sucesión en 2018, pero –si hoy fueran las elecciones– cualquiera de los dos sería también un fiasco como su jefe.
En el gobierno de Peña están encendidas todas las alarmas: Hace dos meses, ante su segundo informe de gobierno, la aprobación presidencial era ya mala, menor a 50% justamente por la mala economía y la inseguridad, pero la crisis por los desaparecidos de Ayotzinapa la ha desplomado hasta en menos de 30%, cifra que ha conmocionado a los priistas.
Justo en el contexto de esta honda crisis, que es también humanitaria y que tiene que ver con las complicidades en la estructura del Estado que se ha vuelto criminal, Andrés Manuel López Obrador ha exigido la renuncia de Peña, y por eso también la respuesta de éste ha sido involucrarlo en las conductas delincuenciales del exalcalde de Iguala, José Luis Abarca, y del exgobernador Ángel Aguirre.
Pero esta estrategia opera en contra del propio gobierno, que desde hace más de un año tuvo evidencias de los contubernios mafiosos de estos personajes y nada hizo a través del procurador Jesús Murillo Karam y de Osorio Chong, a pesar de estar constitucional y legalmente facultados para investigar con todos los recursos del Estado.
Cualquier observador mínimamente informado sabe, también, que el amigo de Aguirre Rivero no es López Obrador, quien nunca apareció en un acto de su campaña, sino precisamente Peña: En la elección de enero de 2011, el apoyo de éste no fue para el candidato priista, Manuel Añorve, y ya como presidente visitó Guerrero 17 veces, una por mes, y la número 18 la frustró la violencia en Iguala.
No extraña que al embate del gobierno federal contra López Obrador se hayan sumado Jesús Zambrano, quien se reunió con Abarca antes de fugarse, así como Javier Lozano y Ernesto Cordero, testaferros de Felipe Calderón. Los une una característica: Jamás han ganado una elección.
La estrategia de Peña a nivel internacional, para hacerse pasar como víctima de la violencia, y la interna, para escabullir su responsabilidad culpando a López Obrador, no ha logrado contrarrestar la percepción mundial de que el gobierno y el Estado han sido rebasados por los problemas, como opina también la mayoría de los mexicanos, según las encuestas que aquí se han examinado.
Aun antes de Ayotzinapa y Tlatlaya, la violencia que se extiende por todo el país acreditaba ya el fracaso de la estrategia de seguridad de Peña, tan parecida a la de Felipe Calderón, porque no ha sido capaz de disminuir notablemente el número de homicidios relacionados con el crimen organizado, menos aún los secuestros y las extorsiones contra ciudadanos.
Aun con cifras manipuladas, como ha demostrado la revista Zeta de Tijuana con base en cifras oficiales de los estados de la República, los muertos de Peña siguen a la alza, pese a que el responsable del tema, el precandidato Osorio Chong, alegue que es lo contrario.
En el ámbito de la economía, que maneja Videgaray –el otro aspirante presidencial–, se ha ido desvaneciendo el furor mundial por las reformas estructurales, y al mundo le queda claro que la economía mexicana sufre un estancamiento, más allá del debate de si es desaceleración o recesión.
Así como coincidieron en aplaudir las reformas privatizadoras, ahora The Economist, Financial Times, The Guardian, The New York Times, Le Monde, The New Yorker y hasta El País, tan condescendiente con la derecha mexicana por detestar a López Obrador, no tienen duda: México está al garete con Peña.
Este panorama presagia un mayor peligro para los mexicanos: En el descontrol del Estado, capturado por el crimen, los apetitos del autoritarismo aumentan. Cuidado…
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ÁLVARO DELGADO (ANÁLISIS).