La familia del normalista Julio César Mondragón, quien fue asesinado la noche del 26 de septiembre en Iguala y cuyo cuerpo fue hallado cerca de la zona industrial de dicho municipio, reclamó a la Procuraduría General de la República (PGR) atraer el caso que, a la fecha, es investigado por la Procuraduría de Justicia de Guerrero.
Durante un homenaje que le brindaron organizaciones de la sociedad civil, Cuitláhuac Mondragón, tío del joven, lanzó el reclamo y señaló que si se trató de una ejecución extrajudicial, ésta debe ser investigada a nivel federal.
“Queremos una justicia basada en los estándares internacionales porque julio César no sufrió heridas de arma, por tanto él fue torturado hasta morir. Se trató de una ejecución extrajudicial y la averiguación de su muerte no está abierta como tal, fue torturado y eso tampoco aparece, entonces que se tome en cuenta la naturaleza del crimen porque definitivamente no fue un simple homicidio calificado. No estamos pidiendo una cosa extraordinaria, simplemente que hagan lo que es su obligación, si existe un Estado de derecho que se dejen de discursos y que lo cumplan”, dijo.
Sorprendido, señaló que si la PGR atrae los casos de los jóvenes detenidos en las manifestaciones, ¿por qué no atraer el de su sobrino que fue asesinado por policías y miembros del crimen organizado? Si bien la PGR investiga los sucesos del 26 de septiembre en Iguala, día en que 43 normalistas de Ayotzinapa fueron desaparecidos por las policías de Iguala y Cocula, la Procuraduría local inició de oficio una averiguación previa por el asesinato del normalista Mondragón, cuando su cuerpo fue encontrado. El expediente ya está consignado.
Sus palabras se escucharon en la parroquia de Santa María de la Asunción, en Copilco, donde se le rindió homenaje al normalista y a sus otros tres compañeros asesinados la noche del 26 de septiembre, Julio César Nava, Daniel Solís Gallardo y Alexander Mora. Enfrente del altar se colocó una mesa donde estaban la madre y la esposa de Julio César Mondragón, la madre de Julio César Nava, el señor Felipe de la Cruz, el sacerdote Miguel Concha y Abel Barrera, director de Tlachinollan. Ahí, se colocaron las fotografías de los estudiantes desparecidos y asesinados.
Momentos antes, Marisa Mendoza, esposa de Julio César, compartió con el público (familiares de otros normalistas, ciudadanos, activistas) las últimas palabras que le escribió el joven antes de morir. Se trata, explicó después, de una carta que le envió por correo electrónico desde Ayotzinapa al Distrito Federal, donde ella vive.
Estos son algunos de los fragmentos de la carta:
“Te amo y aunque siento que la vida se me acaba sin saber por qué me atrevo a decirte que nunca me olvides ni olvides que te amo con toda mi humildad. La semilla de un futuro no se siembra con las esperanzas, dile a mi hija que su papi la quiere mucho, aunque para mañana ya no esté. Cuídala mucho, dile que la amas como yo una vez te dije te amo. Corresponde a sus preguntas, dile que por siempre yo la guardaré”.
“Me voy y no sé si regresaré, tengo mucho miedo por mis sueños pero quiero decirte que a donde yo vaya tu y la bebe también irán, me las llevaré para siempre en mi corazón. Gracias por todo, me voy, pero no contigo ni con mi familia, simplemente me voy a una mejor vida, no pido que me perdones, ni pidas que yo te perdone, escucha la palabra de dios, te invito y ahí encontrarás fuerza”.
“Muchas gracias mi linda, mi consciencia descansa tranquila y he decido que mañana quizá no sea lo más correcto, pero mañana quizá un adiós. Renuncio a todo lo que me ató a ser como fui, enojón y gruñón, quiero cerrar las ventas de mi alma y descansar tranquilamente. Quizá hoy deje de vivir para dejar de sufrir. Es por eso mi encomienda, mi alma al señor, es por eso que les pido perdona todos los que les hice daño. Quiero que mi alma se vaya tranquila y limpia, si existe algún perdón de dios quiero ganármelo, dedicando mis últimas horas a su voluntad. Hoy dejé de ser normalista, mi sueño tan soñado ya acabó y es hora también de irme”.
Luego de que Marisa leyera la carta, la madre del normalista tomó el micrófono y dedicó unas palabras a su hijo y sus compañeros:
“Estaremos luchando jóvenes por ustedes, estaremos luchando porque ustedes nos dieron un gran ejemplo de lucha, ustedes buscaron un cambio y nosotros estamos orgullosos de ustedes”.
Por más de cuatro horas, las familias recibieron la solidaridad de activistas y ciudadanos. Una de esas muestras provino del grupo “Porteando por la Paz”. Cuatro mamás jóvenes con bebés leyeron una carta donde reconocían que “Julio César y los compañeros normalistas dejaron sembrada la semilla y es a nosotros como madres y padres a quienes nos toca regarla día a día. Sabemos que en este país es difícil ser madre, es difícil criar en libertad a nuestros hijos e hijas y hacerlo bajo las circunstancia de violencia y deshumanización es aún más complicado y preocupante”. Marisa se acercó y abrazó a cada una de ellas. Luego le dieron unos regalos para Melisa, su hija de 4 meses de edad, que se sumaron a las cajas de pañales, leche, ropa, cobijas donadas por otros solidarios en una mesa a la entrada del templo.
Desde las primeras bancas de la parroquia, madres de los normalistas, con sus inseparables retratos impresos en lonas, lloraban conmovidas por la imagen. Y de pie durante toda la ceremonia, entre ellas, el señor Ezequiel Mora, padre de Alexander Mora Venancio, cuyos restos fueron identificados.
Al micrófono hablaron también jóvenes universitarios, otros detenidos en las movilizaciones, representantes de artistas que convocaron a una movilización “Guadalupe-Reyes” que incluye una caminata a la Basílica, posadas para reventar piñatas en forma de políticos, cenas navideñas con un lugar vacío en todos los hogares y día de reyes con globos blancos lanzados por los niños a los reyes magos para que los normalistas vuelvan a casa.
Abel Barrera, director de Tlachinollan, dijo que las fotografías de los jóvenes son ahora la bandera de México, y el padre Miguel Concha Malo, encargado de oficiar la misa, dijo que si el gobierno ha puesto en vergüenza a México a nivel internacional, su pueblo está mostrando fuerza y dignidad.
Casi al final, Ignacio del Valle, sin su machete pero con el puño en alto, tomó el micrófono y con la experiencia de haber resistido la criminalización en Atenco, aconsejó a los padres de los normalistas:
“Aún tengo resentimientos, pero tenemos que convertir el odio en un sentimiento de justicia. Tenemos que encauzar la indignación y convertirla en organización”.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: DANIELA REA