Después de repetidos operativos realizados por la policía municipal de Tijuana, los creadores y participantes de las Bordofarms decidieron dejar su actividad en las márgenes del río Tijuana, por temor a que se suscitara un enfrentamiento o una acción violenta de desalojo por parte de la autoridad.
El proyecto de Bordofarms comenzó a operar en enero pasado. Miguel Marshall, un joven emprendedor y parte de los Global Shapers o Impulsores Mundiales, del Foro Económico Mundial.
El proyecto consiste en instalar huertos urbanos para que los migrantes deportados puedan trabajar en ellos y, eventualmente, vender sus productos a restaurantes y otros negocios de la ciudad, y hacer que salgan de la situación de indigencia.
La meta de las Bordofarms es que se conviertan en un negocio autosustentable que sea una oportunidad de trabajo para los migrantes que son deportados de Estados Unidos.
En un primer momento, los minihuertos fueron instalados en una zona federal, en el borde de la canalización del río Tijuana, donde viven miles de personas sin techo y sin oportunidades de salir adelante
Desde el inicio del proyecto, las autoridades municipales amenazaron con demoler la construcción por no contar con los permisos necesarios y estar asentada en una zona federal, que se encuentra bajo jurisdicción de la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
Ante la presión de los emprendedores para continuar en ese lugar con el proyecto, el presidente municipal, Jorge Astiazarán, se entrevistó en marzo pasado con autoridades de la Conagua en la Ciudad de México, quienes negaron la posibilidad de que el proyecto continuara en esa zona.
Así, las autoridades municipales, a través de la Secretaría de Desarrollo Social, “invitaron” a los bordofarmers –como se hacen llamar quienes participan en el proyecto- a mudarse a algún otro lugar.
En previsión, los bordofarmers movieron todas sus camas de cultivo a otros lugares donde fueron recibidas: casas de la cultura, centros comunitarios, parques, empresas o escuelas que prestaron algún espacio para colocarlas.
Antes de la mudanza de las hortalizas, un grupo restaurantero local compró alrededor de 150 plantas que se encontraban ya en buen tamaño para ser consumidas.
Ahora, los migrantes que trabajaban en el proyecto deben trasladarse hasta los lugares donde se encuentran las hortalizas, lo que podría dificultar la permanencia del proyecto.
Además de quitar las cajas con hortalizas, los bordofarmers tuvieron que desmontar las casas de campaña donde dormían, cerca de las plantaciones, e interrumpir otras actividades que hacían para recolectar más fondos, como la fabricación de piñatas.
Los impulsores del proyecto esperan que pronto les sea donado un terreno cercano a las inmediaciones del río Tijuana para continuar con las labores del huerto urbano.
FUENTE: REPORTE INDIGO.
AUTOR. IMELDA GARCÍA.