La fundación trabaja con mujeres de 58 comunidades repartidas entre los estados de Yucatán, Oaxaca y Campeche. “Y más allá de regalarles cosas, les enseñamos a emprender proyectos de producción”, explica Fabiola Acosta Manning, directora de Relaciones Institucionales de FMDR, en entrevista con SinEmbargo.
En los últimos siete años, la fundación implementó un programa de capacitación que ha trabajado con más de mil mujeres, quienes se han organizado en grupos promedio de 10 personas y formar micro empresas. Dirigidas por mujeres de la comunidad que se han empoderado de sus actividades productivas en proyectos de miel, telas, jamaica, panadería o tortillería.
“En este sentido, nos hemos dado cuenta que conforme se fortalecían estas líneas de producción, los niveles de nutrición de los niños mejoraron”, dice Acosta.
Datos de la fundación refirieron en julio del año pasado que el 29 por ciento de los hijos de las mujeres que emprendían proyectos a lo largo de 21 municipios presentaron algún tipo de afectación en su salud alimentaria, ya fuese desnutrición, bajo peso u sobrepeso.
“A partir de ahí, mediante el trabajo que hicimos de julio a diciembre el año pasado, la cifra de desnutrición que era de 7 por ciento se redujo a 1 por ciento. Cuando vemos que hay un caso muy grave lo remitimos a un hospital”, agrega la directora.
Los problemas de nutrición son un mal generalizado en el país, de acuerdo con datos oficiales de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2012, la cual refirió que hay 302 mil menores de cinco años que presentan bajo peso, un millón 467 mil baja talla y 171 mil emaciación o enflaquecimiento extremo.
El sureste del país es el más afectado por la desnutrición insiste la FMDR. En este punto coincidió el investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán, Abelardo Ávila Curiel, quien el mes pasado en una entrevista a SinEmbargo alertó sobre las condiciones en las que viven los niños de esa región.
“La desnutrición se ha dado más en los estados indígenas y del sur. En general, hay una importante permanencia de la desnutrición infantil. Que podríamos llamarle la desnutrición transgeneracional. Madres que fueron niñas desnutridas, que siguen padeciendo carencias de desnutrición, tienen hijos ya con un rezago nutricional in-útero, que a los primeros dos o tres años sufren desnutrición importante”, dijo el experto.
La FMDR, trabaja con el Gobierno en algunos municipios, sin embargo, advierte que pese al éxito de sus sistemas de producción en el área rural que han logrado constituir legalmente a 23 micro empresas, aún falta trabajo para que las autoridades repliquen este modelo para el campo.
El año pasado la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) aseguró haber destinado cinco mil 218 millones de pesos para la atención productiva a la mujer rural.
De estos el 55.8 por ciento se hizo a través de Proagro, un programa que ha sido fuertemente cuestionado. Recientemente, el investigador, Héctor Robles Berlanga, dio a conocer los resultados de un estudio que reveló que el 60 por ciento de los créditos de Proagro es asignado al 20 por ciento de los productores de mayor escala. Dejando en desventaja a los productores más pobres sin importar su género.
En el caso de salud alimentaria, el Programa de Inclusión Social Prospera, del que se benefician 943 mil 718 familias con el Programa de Apoyo Alimentario.
Los apoyos monetarios corresponden a 335 pesos, de acuerdo con el portal del programa. “La entrega se realiza de manera bimestral a las familias beneficiarias para contribuir a que mejoren la cantidad, calidad y diversidad de su alimentación”.
Sin embargo, el carácter asistencialista sin control del Gobierno ha desatado que los recursos no ayuden a paliar la desnutrición, dijo Ávila en su momento.
“Les dan el dinero, y luego resulta que lo primero que tienen a la mano es una tienda con comida chatarra. En una lógica de que el dinero con el que compran sopas Maruchan es regalado, muchas personas no les importa pagar comida chatarra que puede ser más cara que la sana”, dijo Ávila.
Acosta Manning refirió que otro programa de la fundación que trabaja con jornaleros, llamado Sembrando Salud, ha constatado el abuso de los campesinos de bebidas con alto contenido azucarado, como es el caso de los refrescos.
“Las usan por la energía y poder trabajar. Pero aquí en la fundación más que pelear contra los refrescos, recomendamos en nuestras capacitaciones su moderación”, dijo.
La organización civil El Poder del Consumidor dijo recientemente a SinEmbargo que en México aún es un mito que la comida chatarra sea más barata que la sana. Sin embargo, en cuanto a la accesibilidad, hay zonas donde los productos de alto contenido calórico se consiguen con mayor facilidad que los saludables.
FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: JUAN LUIS GARCÍA HERNÁNDEZ.