Pobreza, violencia, desaparición forzada, feminicidio, violaciones de policías y militares, acoso sexual laboral, son cotidianos para miles de mujeres en Guerrero es uno de los tres estados más pobres de México. Aquí contrastan la tradición de lucha social con la violencia e inseguridad, un panorama donde las mujeres cargan la peor parte.
Narcotráfico, miseria, violencia y feminicidio
En Guerrero se siembran amapola y mariguana desde los años setenta, pero en el gobierno de Peña Nieto el mapa del narcotráfico cambió y hoy es el principal productor de amapola del país.
Entre el asesinato y acoso de luchadores sociales y guardias comunitarias por militares y policías, las comunidades huyen de la sierra ante el ataque de grupos paramilitares al servicio del narcotráfico y de los talamontes, agresiones donde mujeres y niñas son violadas; el desplazamiento forzado que busca el control de caciques y narcos en la zona, para establecer rutas de droga y explotar los recursos naturales.
La población está entre las disputas de 5 cárteles, que dirigen otras 21 células menores por el control en la producción y distribución de droga a Estados Unidos; en esta “guerra” policía y ejército toman partido, sobretodo al servicio del narcotráfico. Mientras cultivar droga atenúa la miseria de miles de campesinos de la montaña, que no tienen otra alternativa para vivir.
Miseria, desempleo, despojo de tierras, complicidad entre gobierno y cárteles y la creciente demanda en Estados Unidos, son el complejo escenario del narcotráfico y sus consecuencias de violencia y ejecuciones civiles, disfrazadas de riñas criminales.
Esto mientras el feminicidio se dispara en forma similar a Ciudad Juárez en los años noventa, cuando las redes de narcotráfico en complicidad policial, figuraron como mayor causa de secuestros y asesinatos de mujeres. Organizaciones de mujeres registran cerca de 180 feminicidios al año, pero las fosas clandestinas y la mala tipificación, no dejan ver la cifra real.
Resalta que muchas mujeres encabezan la lucha por justicia, denuncian la criminalización de las víctimas, reorganizan las comunidades desplazadas y buscan a familiares desaparecidos, como las madres de los normalistas de Ayotzinapa.
Miseria y desempleo para las mujeres
El neoliberalismo en Guerrero significa abandono y miseria, falta de oportunidades laborales para la mujer, ataque a las maestras y las trabajadoras de la salud, aumento del comercio informal, doméstico y prostitución.
Con primer lugar en migración interna y tercero a Estados Unidos, miles de campesinos e indígenas jóvenes trabajan en los campos de cultivo al norte del país por 70 pesos diarios. Las mujeres que se van sufren violaciones y explotación, las que se quedan trabajan como jornaleras, con los niños en la espalda, ambas ganan menos que los hombres, son discriminadas y víctimas de abuso sexual.
El machismo y la opresión impiden que las mujeres ocupen jefaturas de cualquier tipo y trabajadoras o profesionistas sufren acoso sexual de los jefes, que aprovechan su posición para seleccionar y asignar trabajos. El chantaje a cambio de “mejoras” laborales es común, con jóvenes y madres solteras más vulnerables.
La salud y la mujer
La mortalidad materna y de niños menores de 5 años es la mayor del país, la falta de hospitales o su lejanía causan muerte a muchas mujeres o sus hijos; otras optan por dar a luz en casa, sin salubridad y sin poder enfrentar una contingencia. El Estado mexicano en su afán por cumplir los “objetivos del milenio” trazados por la ONU para la salud, oculta cifras antes que mejorar las condiciones del sector salud y las mujeres.
Son mujeres la mayoría de las trabajadoras de la salud, que enfrentan la reforma al sector, la precarización, falta de contrataciones y de equipo y hospitales; los intentos del personal por ayudar a las mujeres, son excedidos por las carencias y la carga de trabajo.
En estas condiciones nada se espera del combate al cáncer de mama o cervicouterino y otras afectaciones que padecen las mujeres.
Violaciones por militares y policías
Con las desapariciones de #Ayotzinapa aumentó por miles la presencia de policías, militares, federales y gendarmería y la violencia a la población; es común el acoso sexual de estos represores.
Las violaciones a indígenas y campesinas por militares quedan impunes, la excepción fue el caso de Inés Fernández y Valentina Rosendo, que llegó a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por violación y tortura de militares, quienes aceptaron su culpa diez años después y ni así los encarcelaron.
En febrero policías federales abusaron sexualmente de profesoras que exigían el pago de sus salarios y se solidarizaban con Ayotzinapa, hechos que quedaron impunes, pues a las autoridades no les interesan los abusos cometidos contra mujeres.
Las mujeres tenemos un camino
Las elecciones de 2015 desviaron el descontento e impusieron la represión social, ahora que los caciques colocaron a Astudillo en el poder, él se declara incapaz de enfrentar al narcotráfico y frenar la violencia, cuestión que ya sabíamos.
La acción del Estado, las instituciones y los partidos patronales en Guerrero, muestran que la única forma de resolver los problemas de la mujer, es con la acción de la clase trabajadora, organizada junto a las mujeres trabajadoras, estudiantes y los sectores populares al frente.
2015 pasará a la historia como un año de represión, desaparición forzada y ataques a las mujeres en Guerrero, pero podemos cambiar el 2016, las maestras, trabajadoras de la salud, de servicios, obreras, campesinas e indígenas, organizadas por nuestras demandas. Para enfrentar la explotación y opresión capitalista y su descomposición social, necesitamos una gran estrategia que acabe con este gobierno al que no le importa la situación en que viven miles de mujeres.
Como dijeron las compañeras de Pan y Rosas en el Encuentro Nacional realizado en noviembre en el Distrito Federal: es necesario que las mujeres enfrentemos juntas los problemas que tenemos en común y nos organicemos. Que unamos nuestras luchas con los trabajadores, los campesinos y la juventud combativa, y tomemos en nuestras manos las banderas de lucha de las y los oprimidos contra el régimen asesino. En esta perspectiva, mujeres en Guerrero nos ponemos de pie y nos preparamos.
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