Irinea Buendía está segura: su hija Mariana Lima fue asesinada por su esposo. Ha recorrido un tortuoso camino judicial durante cinco años y logró que por primera vez, la Suprema Corte de Justicia de la Nación discutiera un caso de feminicidio.
Cuando se le pregunta por qué ha mantenido su lucha, responde sin titubeos: “Yo sé que aunque me pare de cabeza, mi hija no volverá a la vida, pero el asesino sí podría asesinar a otra mujer. Si puedo salvar a una mujer, con eso me basta”.
Las palabras de Iriniea pueden resumir lo que ocurrió este 24 de abril. Por primera vez, miles de mujeres salieron a las calles para denunciar la violencia que padecen, pero sobre todo, para exigir que cese. Que ninguna otra mujer enfrente más episodios de violencia en la calle, en el transporte, en su casa.
Salieron a la calle y comprobaron que miles de mujeres han experimentado el mismo miedo cuando un hombre las agrede, han sentido impotencia y dolor, pero ninguna se ha rendido. “Si tocan a una, nos organizamos miles”, rezaba una pancarta y sí; así lo hicieron.
Mientras una reportera realizaba una transmisión en redes sociales, una mujer quiso dar su testimonio: “Estoy aquí porque a la hija de una amiga la dejaron apenas respirando en las calles de la Ciudad de México tras una violación tumultuaria. Desde hace tres meses ha intentado suicidarse en tres ocasiones. Estoy aquí para que entiendan que las leyes no funcionan a nuestro favor”.
A su alrededor, cientos de mujeres se reconocían como víctimas de algo que hasta ahora no habían reclamado en conjunto. Gritaron con todas sus fuerzas: no más feminicidios, no más acoso, no más injusticia.
“¿Por qué es importante esta marcha? Para saber que no estamos solas. El cambio no vendrá al instante, pero por primera vez los hombres se enteran que el piropo en realidad es acoso”, dijo Eréndira Mejía.
Compañeras de lucha
Después de que mujeres sufrieron agresiones sexuales en espacios públicos y lo denunciaron a través de redes sociales, los mensajes que recibieron no fueron de apoyo como se hubiese esperado. Al contrario, usuarios de Twitter escupían frases como: “es tu culpa por usar vestido”, “tuviste suerte, yo te hubiera violado”, “feminzi”.
La violencia que desencadenó derivó en que algunas mujeres comenzaran a organizar una protesta en Facebook. Era un evento privado al que sólo estaban invitando a sus amigas.
En unos días, las denuncias de agresión se fueron sumando y con ello la intención de muchas mujeres más para participar en la movilización fijada para este 24 de abril, por eso el #24a. Las violencias machistas expresadas en la casa, la escuela, el trabajo, la calle, derivó en el nombre de la marcha que resume la exigencia: Nos queremos vivas.
Ciudad Juárez, Xalapa, Tuxtla Gutiérrez, Guadalajara, Tepic, Cancún, Mérida, Hermosillo. En total, más de 40 ciudades de 27 entidades del país realizaron movilizaciones este domingo.
En el Valle de México, la movilización inició en Ecatepec, Estado de México, entidad donde 840 mujeres fueron asesinadas de 2011 a 2013, lo que ubica al estado con el mayor número de asesinatos, según organizaciones feministas.
“Estamos cansadas de todas estas violencias que sufrimos las mujeres solo por haber nacido mujeres”, decían en un altavoz. A sus pies, en las escalinatas del edificio del ayuntamiento pusieron cruces de color morado y fotografías de desaparecidas.
Allí, Irinea Buendía tomó el micrófono para exponer el caso de su hija. Su yerno, policía judicial, siempre sostuvo que la joven de 29 años se había suicidado, pero ella nunca lo creyó. Pidió que los juzgados y luego el Tribunal del Estado de México investigara, pero nadie le hizo caso. Por eso, en el pronunciamiento, las mujeres incluyeron una exigencia fundamental: “cese al favoritismo judicial hacia los hombres criminales en procesos penales”.
Minutos después, las mujeres salieron del Estado de México en caravana de autobuses, autos y bicicletas. Algunas decidieron llevar la protesta al metro porque ahí también hay violencia: 6 de cada 10 mujeres ha sido agredida en el transporte público. Con tambores, la cara pintada, los pechos descubiertos, pancartas y consignas gritaron “Mi cuerpo es sólo mío”.
A la misma hora, en el Monumento a la Revolución, en una larga lona negra, la organización Bordamos feminicidios narró asesinatos de mujeres en pedazos de tela. “Soy Margarita Aldama Hernández, de Jalisco. Tenía 33 años. Me mató mi vecino Ramón. Trató de violarme. Mis vecinas me defendieron y también las mató. No quiero flores. Quiero justicia”.
Según explicó Minerva, una de las integrantes de la organización, ayer se expusieron sólo 80 bordados, aunque ya han tejido más de 400 casos que siguen sin justicia. “Cada uno de estos bordados es un feminicidio. Y desde 2011 no hemos dejado de bordar”, lamentó.
Todos los contingentes se concentraron en el Monumento a la Revolución para salir juntos hacia el Ángel de la independencia. Había batucada, porras, pancartas, mensajes escritos en el cuerpo o en el rostro: “No quiero tu piropo, quiero tu respeto”, “Con falda o pantalón, respétame cabrón”, “No, no me da la gana morir asesinada por quien dice que me ama”.
Por primera vez unieron sus pasos, se sintieron apoyadas para denunciar que no son objetos sexuales de nadie y que su cuerpo no le pertenece a nadie más que a ellas.
Desde el inicio de la movilización, las organizadoras anunciaron en alta voz que los hombres debían ir detrás de los contingentes. En la vanguardia sólo podían estar mujeres.
Cuando algún hombre trataba de incorporarse al frente o fotoreporteros se acercaban, gritaban “fuera hombres, fuera hombres”. “Ustedes se sienten discriminados ahorita, pero nosotras todo el tiempo, para que vean lo que sentimos”, explicaba una joven.
Al llegar al Ángel de la Independencia, después de seis horas de movilización, no hubo templete ni aparatos de sonido como ocurre en marchas sindicales o partidistas. Un pequeño grupo leyó un pronunciamiento a través de un alta voz que sólo algunas alcanzaban a escuchar. Pero no importó. Miles de mujeres sonreían, se abrazaban.
Este fue un primer paso. El primero y el más difícil: hablar de la violencia que han sufrido. Muchas, lo hicieron por primera vez horas antes, gracias al #MiPrimerAcoso en Twitter.
Fue el preámbulo de la marcha para que miles de mujeres se atrevieran a recordar los hechos de violencia que marcaron su niñez, adolescencia y vida cotidiana. Tanto así que el hashtag fue tendencia en el país por las miles de menciones.
#MiPrimerAcoso fue el preámbulo del dolor de saber que miles de mujeres han sido violentadas, de la rabia por la impunidad, pero también del deseo de marchar hombro a hombro con desconocidas y al mismo tiempo, compañeras de lucha.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: NAYELI ROLDÁN, FILEMÓN ALONSO, MANU URESTE.
LINK: http://www.animalpolitico.com/2016/04/si-tocan-a-una-nos-organizamos-miles-la-consigna-que-llevo-a-las-mujeres-a-gritar-contra-el-abuso/