MCALLEN, TEXAS: En la gasolinera de la cadena Chevron ubicada en el poblado de Mission, a pocos metros de la frontera con México, los autos con placas de Tamaulipas superan a los vehículos con registros de Texas. Cargan sus tanques pagando alrededor de 11 pesos por litro de un combustible más rendidor que la gasolina Premium que vende Pemex.
En una estación de la marca Petro Seven ubicada en el cruce de las avenidas Pedro Cárdenas y Manuel Cavazos Lerma de Matamoros, las filas de autos para surtirse miden cerca de dos kilómetros. Allí es el punto de la frontera tamaulipeca donde se vende más barato el litro de Premium: a 15.89 pesos.
En tanto, sólo una camioneta minivan y otra de doble cabina llenan sus tanques en la pequeña comunidad El Control, en la carretera libre Matamoros-Reynosa. En el terreno sin pavimentar que está a la entrada del pueblo, un despachador los surte con el líquido que almacena en depósitos de 20 litros.
Esos automovilistas quieren aprovechar el precio más bajo de la frontera: ocho pesos por litro de wachicol, la gasolina robada por el crimen organizado.
Todo eso junto: los menores precios de la gasolina en Texas; la competencia dispareja entre las grandes cadenas y los pequeños empresarios, más el mercado informal de combustibles, amenazan con hacer quebrar a 400 gasolineras de la zona fronteriza de Tamaulipas.
El gobierno federal no puso reglas claras para aumentar los precios de los combustibles en la franja fronteriza norte, los cuales además son ridículamente más altos que las gasolinas que se venden a pocos metros, en Texas. Rigoberto Ramos, presidente de la Asociación de Gasolineros de la Frontera Tamaulipeca, rechaza el argumento oficial de que la logística determina el costo de distribución de la gasolina en la frontera, ya que a Reynosa llega la mayor cantidad de los combustibles que se importan de Estados Unidos.
“El problema no es de logística, sino de los altos impuestos que se le decretaron a las gasolinas. Impuestos como el IEPS son el principal factor para su alto costo. Ahora tenemos un problema de competencia desleal, porque el gobierno y la Secretaría de Hacienda impiden que los pequeños empresarios, que tenemos una o cuatro gasolineras, podamos ofrecer el precio más bajo al público.”
Hacienda decretó que la gasolina Magna, la de mayor consumo, se puede vender a un precio máximo de 15.90 y un mínimo de 12.80 pesos. Pemex vende este tipo de combustible a los gasolineros a 12:80, pero si éstos lo dan al público al mismo precio pueden tener acceso a un subsidio fiscal: en el término de un mes el fisco les devuelve los cerca de tres pesos que dejaron de ganar.
Sin embargo, los empresarios dicen no confíar en que el gobierno les pague oportunamente, y aducen que cualquier retraso implicaría pérdidas:
“Si un negocio vendió tres pipas a la semana, que son entre 250 mil y 300 mil litros de gasolina, va a tener que subsidiar un promedio mensual de entre 1 millón y medio de pesos y 2 millones de pesos, que la Secretaría de Hacienda pretende regresar como subsidio fiscal supuestamente al final de mes. Eso nos mete en este esquema, pero el costo del dinero nosotros lo estamos financiando. Además nos dejan sin dinero para operar el negocio.”
Comenta que las grandes cadenas, como Petro Seven, sí pueden ofrecer tarifas más bajas y financiar alrededor de 140 millones de pesos por mes gracias a que tienen otros negocios.
Como las pequeñas gasolineras venden la gasolina a 15.90 y Petro Seven la da en 12.88, los consumidores de toda la frontera se vuelcan hacia las estaciones de la cadena. El resto de las gasolineras lucen abandonadas.
Ante esa competencia desleal, desde el 1 de enero han cerrado unas 15 gasolineras desde Nuevo Laredo hasta Matamoros, y muchas otras redujeron su personal a la mitad por las bajas ventas.
Además, afirma Ramos, “los empresarios de Nuevo Laredo que estaban en el esquema de subsidio fiscal analizan cerrar más negocios o aumentar su precio. Esa situación amenaza ahora a 57 gasolineras”. Por ese motivo, dice, “estamos en contra de las condiciones del decreto, que nos impone una competencia desleal contra las grandes cadenas y además financiar a los consumidores, lo que nos hace perder dinero”.
Por lo pronto, 400 empresarios negocian con Hacienda que en lugar del subsidio utilicen una “nota de crédito” para que Pemex absorba el costo de crédito. En principio, revela Ramos, “Pemex entiende la situación y está de acuerdo en cooperar, ya que el sistema actual nos obliga a financiar a los consumidores al absorber el costo del crédito. Queremos que se haga un pagaré u otro esquema como la nota de crédito de Pemex.
“La idea de los empresarios es dejar de comprar y esperar a que terminen los depósitos para cerrar. No podemos seguir en el esquema de comprar caro y vender barato”, concluye.
Auge del mercado informal
“El aumento de autos de procedentes de México ha sido considerable desde que subió el precio de la gasolina”, confirma la cajera de la estación Chevron en Mission, Texas. Todos los días pasan 25 mil vehículos a ese territorio estadunidense por los tres puentes de Reynosa y surten sus tanques.
La diferencia de precios de la gasolina de México a Texas fluctúa entre 3.50 y 4 pesos. Cuando los mexicanos cruzan la frontera no sólo cargan gasolina, sino que aprovechan para comprar ropa, comida y otros productos, lo que va acrecentando la fuga de recursos del país.
También se disparó en las últimas semanas el mercado de gasolina robada. En Reynosa se venden 64 millones de litros de gasolina por mes y los gasolineros formales calculan que entre 25% y 30% de ese mercado lo acapara el wachicol.
El súbito incremento al precio de las gasolinas hace más redituable el comercio de combustible robado y lo hará más atractivo para la población de menores recursos, que ya compra masivamente el wachicol en establecimientos informales de colonias populares y junto a las carreteras.
Pemex ha detectado el mayor número de tomas clandestinas del país en Tamaulipas. Particularmente, el municipio de Altamira es el centro del robo de combustible a gran escala que se realiza en complicidad con líderes del sindicato de Pemex y funcionarios de alto nivel.
En 2013 se descubrieron 201 puntos de ordeña de ductos; en segundo lugar quedó Reynosa, con 169.
Actualmente en esta última ciudad fronteriza se pueden conseguir 20 litros de wachicol a 120 pesos en las gasolineras clandestinas que abren al caer la noche. En la vecina Matamoros se puede llenar de wachicol el tanque de un auto compacto con un poco más de 150 pesos.
En todas las carreteras del noreste mexicano existen estaciones ilegales que venden gasolina y diésel robado. Algunas están disfrazadas de vulcanizadoras o llanteras.
En Coahuila, la gasolina robada por Los Zetas se vendía al precio oficial en las más de 20 gasolineras del narcotraficante Juan Manuel Muñoz Luévano, El Mono, detenido en España.
Los propios gasolineros estiman que el mercado informal acapara cerca de 30% de la venta de gasolina en la zona fronteriza de Tamaulipas. Y aunque los gasolineros formales cubren 45% del mercado, predominan las grandes cadenas que pueden vender el litro al precio mínimo establecido por Hacienda.
No obstante, puede haber otros motivos para comprar en Estados Unidos. Un connacional que compraba la gasolina en la estación de Chevron argumenta que en aquel país “la gasolina no sólo está más barata, sino que nos rinde más y, sobre todo, acá no nos roban y nos dan litros completos”.